En nuestra cultura, las bebidas alcohólicas más consumidas son las fermentadas (vino y cerveza). Este tipo de bebidas, a diferencia de las bebidas destiladas (whisky, vodka, coñac), contienen además del alcohol una serie de nutrientes cuyo aporte puede resultar saludable.
En cuanto al valor nutricional de las bebidas alcohólicas su contenido primario es agua, alcohol puro (etanol) y cantidades variables de azúcares, mientras que las proporciones de proteínas, vitaminas o minerales son irrelevantes o nulas; por tanto, todo el posible aporte calórico proviene de los azúcares y del propio alcohol (la proporción de ambos es variable según cada tipo de bebida). Las calorías derivadas del alcohol poseen escaso valor biológico, por lo que también se denominan “calorías vacías”.
El alcohol destaca por su elevada densidad energética (7 kcal/g), sólo comparable a las grasas (9 kcal/g). El valor energético aumenta si la bebida alcohólica se acompaña de azúcares simples, como refrescos, y puede constituir desde un 4-5 % del ingreso calórico total en consumidores moderados, hasta más del 50% de las calorías ingeridas en pacientes alcohólicos.
El consumo moderado de vino y cerveza -y de otras bebidas fermentadas de baja graduación alcohólica (sidra y cava)- disminuye el riesgo cardiovascular y protege de algunas otras enfermedades. En las recomendaciones nutricionales de la SENC (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria) del año 2004 se incluyó la recomendación de la ingesta moderada de alcohol (2-3 unidades al día en varones y 1-1.5 unidades en mujeres), recordando que el consumo abusivo de bebidas con contenido alcohólico puede incrementar el riesgo de otras enfermedades y de accidentes.
Cerveza
El aporte calórico como el contenido en hidratos de carbono puede variar según los distintos tipos, pero oscila en torno a las 45 kcal/100 ml, de la cerveza tradicional y las 17 kcal/100 ml de la cerveza sin alcohol. Esto significa que el botellín estándar contiene unas 90 kcal y el sin alcohol 34 kcal. La cerveza aporta, además, otros principios inmediatos como proteínas (0,4 g/100 ml) y carbohidratos (entre 2,5-5 g/100 ml), pero no contiene lípidos. Resulta interesante su contenido en minerales: presenta una concentración de fósforo y una gran cantidad de silicio, que junto con el plátano, son las principales fuentes dietéticas de este mineral y que parece justificar sus beneficiosos efectos sobre la densidad ósea. Tiene una cantidad escasa de sodio y una relación potasio/sodio muy favorable para el control tensional. Además, supone una fuente de vitaminas del grupo B (niacina, piridoxina y riboflavina) y folatos. Por otro lado, la cerveza podría poseer beneficios exclusivos, al ser la única fuente dietética de lúpulo que posee polifenoles (flavonoides) con actividad antioxidante y efectos beneficiosos sobre el envejecimiento y el riesgo cardiovascular. Este efecto se sumaría al de los antioxidantes provenientes de la malta (cebada) que globalmente convierten a la cerveza en una importante fuente de antioxidantes naturales. En cuanto a los beneficios de la cerveza en la salud, junto a su papel como fuente de hidratación (más de un 90% es agua), se han descrito otros efectos beneficiosos como su positivo impacto en la mineralización ósea y en la prevención de patologías cerebrales degenerativas como la enfermedad de Alzheimer. Las bebidas alcohólicas aumentan los niveles de colesterol HDL. En el caso de la cerveza, se podría sumar algún efecto específico propio de su aporte de vitaminas y se ha descrito un beneficio sobre el perfil lipídico y, por tanto, sobre el riesgo cardiovascular. Así mismo, podría tener un efecto protector sobre el desarrollo de colelitiasis, quizás a través de su efecto sobre los niveles de colesterol. Incluso podría actuar modulando el sistema inmune.
La cerveza sin alcohol contiene los mismos componentes nutricionales que la cerveza tradicional, aunque algunas marcas utilizan otros cereales distintos a la cebada (arroz, maíz) por lo que podrían variar los aportes nutricionales.
Vino
El vino es un producto 100% vegetal que se obtiene directamente del zumo de uva y que se fermenta para, después de varios procesos, conseguir un producto madurado con unas características organolépticas diferenciadas. Cada área geográfica utiliza uvas de diferentes variedades de manera que se obtiene un producto único en cuanto a características organolépticas se refiere. El vino, independientemente del país o de la región en la que se produce, posee una característica común, tiene una cierta cantidad de alcohol normalmente superior al 11%. Esta particularidad es la que hay que valorar para poder centrar los problemas de adicción y adecuación nutricional.
Distintos estudios relacionan el consumo de vino tinto con acciones cardiosaludables beneficiosas. Este alimento contiene ciertas sustancias con capacidad antioxidante (polifenoles, resveratrol), presentes también en otros productos de la naturaleza (frutas, verduras), aunque en el vino la concentración es más efectiva. El vino, sin embargo, no es en sí un producto con el que se consigue esa acción, sino que son las variedades maduradas del vino tinto las que habría que considerar como realmente interesantes.
El efecto más positivo del vino en la salud se ha relacionado con su capacidad antioxidante. Los procesos de oxidación y envejecimiento celular pueden detenerse por las conocidas como defensas antioxidantes, que pueden ser sustancias propias del organismo (enzimas antioxidantes, selenio, etc.), o pueden ser sustancias que se encuentran en los alimentos, como las vitaminas C, E y el betacaroteno o los flavonoides. Cuando se produce un desequilibrio en el organismo aparece lo que se llama el estrés oxidativo, que genera efectos tóxicos y distintas enfermedades.
Los compuestos polifenólicos de la uva se encuentran en la piel, especialmente en las células epidérmicas y en las pepitas. Su concentración es baja en la pulpa. Esto explica por qué el vino blanco, que no se hace con la semilla ni la piel, presenta bajos niveles de polifenoles. En este sentido, el más rico es el vino tinto. La cantidad de polifenoles en la uva depende principalmente de la variedad de la vid, del clima, del terreno y de las prácticas de cultivo.
Las uvas y sus productos relacionados se consideran las fuentes alimentarias más importantes de resveratrol. El contenido depende de la variedad de la uva, siendo mayor en vinos tintos. Su efecto protector de ha asociado con un aumento del colesterol HDL y una disminución de la actividad plaquetaria.
La relación entre el alcohol y la nutrición es un tema controvertido. Ninguna sociedad científica hasta el momento recomienda o promueve el consumo indiscriminado de vino como medida preventiva de patologías cardiovasculares. En cambio, considera mucho más saludable hacer hincapié en la supresión del tabaco, en hacer actividad física y llevar una dieta apropiada. Está contraindicado el consumo de alcohol en pacientes con problemas hepáticos, con triglicéridos altos, embarazadas o personas bajo circunstancias especiales, como las que han de consumir determinados medicamentos que pueden tener interacciones.
El consumo excesivo es causa de muerte prematura y enfermedades potencialmente evitables (desnutrición, hipertrigliceridemia, pancreatitis, tumores, etc.). Por ello debe evitarse el consumo excesivo de vino, y debe considerarse como un producto apreciable, aceptable e incluso saludable, siempre y cuando el consumo sea responsable.
Si comparamos el “vino sin alcohol” con un vino tradicional vemos que los niveles de oligoelementos, vitaminas y minerales son similares y lo que se ha minimizado hasta la nimiedad es el contenido de alcohol con una técnica respetuosa. Y sin embargo mantienen la mayor parte de los factores que la ciencia médica apunta como positivos, a la espera de estudios poblacionales.
Conclusiones
- Las evidencias de que el vino añade algún efecto cardioprotector al efecto del alcohol, parece que se establecen, sobre todo para el vino tinto. Estos efectos añadidos se deben a micronutrientes, como los polifenoles, los flavonoides y el resveratrol.
- Desde un punto de vista práctico y con el nivel de conocimiento actual cabe recomendar una dieta saludable rica en verduras, frutas, cereales y que sea pobre en grasas de origen animal y grasas hidrogenadas. Cuando queremos saber si vamos a recomendar a la población en general un determinado consumo de alcohol, debemos tener en cuenta todos los efectos, beneficiosos y perjudiciales. El consumo moderado de alcohol hay que enmarcarlo como un componente más en el conjunto de la dieta mediterránea, y no como un consejo específico de consumo a la población en general. Si la recomendación se hace para un tipo determinado de bebida, ésta debería ser a favor del vino y en concreto del vino tinto.
- La cerveza y el “vino sin alcohol” mantienen los aspectos nutricionales de las variables tradicionales, sin los efectos negativos del consumo de alcohol.
Fuente: Zona Hospitalaria